12/12/12

Sin título, de Cantinflas



    Con ojos rojos, y con la comisura de los labios aun impregnada de aquel material anaranjado, seco ya, veo la borda cada vez más apacible. Trabajo en pensar, pienso en ponerme a trabajar algún día; mas la gente trabaja para echarme de sus pensamientos. Por eso cogí este barco. Y, ¿ahora qué?, se pregunta mi parte apacible, mientras mi parte vengativa piensa en quitárselos a todos de en medio uno a uno. Podría: sólo se trata de marketing. Poner de acuerdo a todos mis miembros abotargados tras el pequeño lapsus de ayer; gilipolleces, sé la manera y no tendré ni que mover un músculo. Pero ya es tarde, ahora estoy como a dos cajetillas de tabaco de distancia  mientras, ella estará en la caseta de madera, aún bajo los efectos y preguntándose qué será aquel olor del baño. Todos aquí me miran raro, saben lo que sé; menos mal que me deshice de ese filo antes de subir. Ya me advirtieron que todo sería  así  Me levantaré, despotricaré y me tiraré, ni se darán cuenta.
    –Señor, tiene que levantarse. Éste no es sitio para estarse tumbado poniéndonos perdido todo el suelo.
    Me miran, o creo que miran, cuatro sombras desde arriba; volvemos a empezar. Ni aquí me puedo librar de esta rutina. Jamás he sido tan feliz.
     –Caballeros – comencé a escupirles–. Soy persona honrada. ¿Tengo dinero saben? Puedo decidir, a si que yo diré cuando tirarme –Vuelvo a estar arriba.
     –Oh, si tiene cartera no habrá ningún problema. Eh tu, jerezano, ponle otra a este señor y acomódale más cerca de la barandilla. Rapidito.
Todo está saliendo a pedir de boca.

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