Con
ojos rojos, y con la comisura de los labios aun impregnada de aquel material
anaranjado, seco ya, veo la borda cada vez más apacible. Trabajo en pensar,
pienso en ponerme a trabajar algún día; mas la gente trabaja para
echarme de sus pensamientos. Por eso cogí este barco. Y, ¿ahora qué?,
se pregunta mi parte apacible, mientras mi parte vengativa piensa en quitárselos
a todos de en medio uno a uno. Podría: sólo se trata de marketing.
Poner de acuerdo a todos mis miembros abotargados tras el pequeño lapsus de
ayer; gilipolleces, sé la manera y no tendré ni que mover un músculo.
Pero ya es tarde, ahora estoy como a dos cajetillas de tabaco de distancia
mientras, ella estará en la caseta de madera, aún bajo los efectos
y preguntándose qué será aquel olor del baño. Todos aquí me miran
raro, saben lo que sé; menos mal que me deshice de ese filo antes de subir. Ya
me advirtieron que todo sería así Me levantaré, despotricaré y me
tiraré, ni se darán cuenta.
–Señor,
tiene que levantarse. Éste no es sitio para estarse
tumbado poniéndonos perdido todo el suelo.
Me
miran, o creo que miran, cuatro sombras desde arriba; volvemos a empezar. Ni aquí me
puedo librar de esta rutina. Jamás he sido tan feliz.
–Caballeros
– comencé a escupirles–. Soy persona honrada. ¿Tengo dinero saben? Puedo
decidir, a si que yo diré cuando tirarme –Vuelvo a estar arriba.
–Oh, si
tiene cartera no habrá ningún problema. Eh tu, jerezano, ponle
otra a este señor y acomódale más cerca de la barandilla. Rapidito.
Todo
está saliendo a pedir de boca.
No hay comentarios:
Publicar un comentario