2/11/12

Una idea, una rave y Bécquer, por Nemo

     El sonido de la música golpea mi cuerpo y me saca a la fuerza, a la luz nocturna, mis más preciados instintos. Contemplo desde lo alto del monte la rave, y me viene el pensamiento de que no hay nada más sórdido y drogado que esto. Un montón de jóvenes que vienen inspirados por un anhelo de fiesta, demencia y desenfreno sin igual. Una música que no está hecha para llevarte a estado de ánimo alguno: ni alegría, ni tristeza, ni melancolía; nada de eso, sólo está hecha para ser bailada, para ayudar a que la droga recorra con mayor virulencia el cuerpo. Todo está sucio por el barro; la gente, los bafles… Hasta la música es sucia. Y de golpe, como siempre sin llamar a la puerta, me viene otro pensamiento: unos versos, unos veros de Bécquer, y un pensamiento aun más extraño ¿Qué pensarían él y su romanticismo sobre esto? ¿Pensaría que es pura poesía sórdida, como yo? ¿O es demasiado indigno de llevar el galardón que otorga un escrito? 

     De pronto, se acerca Marcos tambaleándose y balbuce con su voz ronca de dos días sin dormir y de fiesta bajo la lluvia: “¡Esto es el anticristo!” ¡Claro! Pienso yo, y Nacho le contesta: “Esto es un Aquelarre.” Más de una vez ya había pensado que las raves lo eran. Gente que va al monte a bailar, drogarse, follar; a dejarse hechizar por la música y la fuerza de una luna que nos mira con una sonrisa llena de complicidad. Pero es un Aquelarre del siglo veintiuno, en el que Satán ya no es adorado –Fausto se burló demasiado de él como para que sigamos tomándonoslo en serio-, ahora es simple diversión por diversión, con la gratuidad que da toda acción sin ideal. Y en cuento a Dios… Bueno, de éste me sorprende que tan siguiera siga teniendo nombre.

     Sin embargo, todo esto es demasiado abstracto, demasiado general. Algo sórdido y drogado tiene que ser concreto, aún más simple que estos pensamientos. Poco tiempo después me fijo en que una chica me mira, y se me hace que entre la roña y el barro que hay en su cuerpo, y los estimulantes que hay dentro de él, se encuentra un ser precioso. Quizás sea así, sí, o quizás sólo sea una alucinación mía provocada por la drogas; pero se me hace que además de estar buena yo le intereso. Puede que no sea ni una cosa ni la otra, pero en cualquier caso no hago nada, ella no hace nada… Voy demasiado drogado para eso.  A veces ocurren estas cosas por la droga, “quien lo probó, lo sabe.” Que dos jóvenes que se desean no hagan nada porque van demasiado cocidos me pareció bastante sórdido y drogado, pero seguía siendo demasiado abstracto.


     Entonces se me ocurrió una escena, irreal en tanto que no ocurrió, pero perfecta para lo que estaba buscando. Me imaginé que ella se me acercaba lentamente y a una altura en la que yo casi pudiera exhalar su aliento me preguntaba: “¿Qué es sórdida y drogada?” y, yo, parafraseando a Bécquer tergiversadamente, respondía: “¿Qué es sórdida y drogada?, dices mientras clavas en mi pupila tu pupila dilatada que antes era azul.  ¿Y tú me lo preguntas? Sórdida y drogada, nena, eres tú.”

No hay comentarios:

Publicar un comentario