Hay una diosa desnuda y muerta en
la cama, al menos muerta para mí de la misma manera que es bella para mí; ya la
he vivido, vivido para mí. “Mi”, no conozco nada fuera de esa palabra –no creo
que nadie lo haga porque sólo vivimos lo que vivimos- y sin embargo no la
entiendo como posesivo, no quiero poseer nada. Ella nació hace unas horas,
entre palabras confusas y borrosas por la luz de la noche, y muere aquí con la
claridad del día; “maldita vieja fisgona, ¡márchate!” No recuerdo su nombre, no
sé ni de sus dichas ni de sus desdichas, ni las sabré.
Nacemos y morimos todos los días.
Nacimos en alguna calle perdida de tribunal, follamos y moriremos del todo
cuando el ruido de la puerta al cerrarla tras de mí dicte sentencia; y conozco
esta jueza: ¡nos dará pena capital! No somos ni cuerpos, ni almas, ni
nada; somos momentos. En fin, adiós, me largo de éste.
Es siempre la misma historia; no
importa lo Diosa que sea, yo no soy religioso…
De verdad, una experiencia muy privilegiada la de leerte. Un beso
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